La noticia de esta semana fue la decisión de Jonathan Ive, jefe de la división de diseño de Apple, de abandonar la empresa para fundar su propio estudio. Ive es uno de los pocos diseñadores de la industria tecnológica cuyo nombre la mayoría de la gente en el medio conoce. Su talento lo antecede, entró a Apple al borde la quiebra, hizo una mancuerna exitosa con Steve Jobs para crear el iMac, iPod, iPhone así como demás equipos de la marca, junto con sus periféricos y accesorios.

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Si tienes un producto de Apple, te invito a que lo estudies minuciosamente, ve cómo cada una de las piezas embonan a la perfección, la sensación al tacto, la calidad de los gráficos, la forma en que se toma, se cierra, se prende y funciona. No es casualidad, es un proceso minucioso y largo, con miles de bocetos, dummies y pruebas antes de llegar al prototipo final, el cual después hay que replicar mediante procesos de eficiencia, productividad, cuidar los materiales, suministros y costos.

Después el empaque, el embalaje, la transportación hasta llegar a manos del consumidor, que tenga toda una experiencia de compra. Es todo un departamento de diseño en acción, de primera calidad, conformado no únicamente con gente llena de conocimientos, sino de pasión por lo que hacen, de iniciativa para llegar a un punto de excelencia como pocas compañías tienen. Es un proceso de años que fue forjando para denotar una compañía con enfoque en la excelencia en el diseño.

En cuanto se dio a conocer la salida de Ive, Apple perdió 10,000 millones de dólares, es el desplome del 1.5% de una de las top 3 compañías con mayor valor en el planeta. Esto produjo una de esas raras oportunidades para calcular el valor que un diseñador le da a una compañía. Y es que vivimos continuamente en este mundo abstracto en el que el trabajo mismo es el que habla por nosotros: los colores, la tipografía, los formatos, la eficiencia de la información, pero rara vez se presenta el poder evaluar y monetizar la aportación que el diseño le otorga a una compañía.

Si bien un empleado le debe aportar a la compañía más del doble del total de su sueldo, el valor que cada persona tiene dentro de una maquinaria comercial es único y se va forjando con el tiempo, con la constancia y la calidad individual. Conforme te especializas y aportas a tu empresa más allá de lo que alguien de tu mismo rango es el momento en el que empiezas a convertirte en un bien único, irremplazable.

En el estudio de diseño hemos visto pasar a varios diseñadores, cada uno de ellos con sus características únicas, más allá de su personalidad: una forma de trabajo, de relación con sus colegas y clientes, un estilo para resolver proyectos tan individual que hemos optado por no buscar a un sustituto ideal cada vez que alguien se va, sino evaluar qué ganamos y qué perdemos contratando a un candidato en vez de otro.

Confundimos muchas veces, incluso, que nuestro trabajo no lo puede hacer nadie más con las razones equivocadas, con el llenado de una silla y el uso personal de la información, de ahí que muchas veces, cuando despiden a alguien, una de las formas más comunes de venganza es borrar toda la información o echarle el café a la computadora, o hablar a los clientes para hablar pestes de la compañía, sin darnos cuenta que cada acción así es un espejo a lo que verá la siguiente empresa en contratarte. 

El valor es saber capitalizar la aportación personal a la empresa, y que muchas veces ellas son incapaces de percibir orillando a muchos diseñadores a aceptar empleos en otros lados cuando bien pudieron hacer una carrera larga y fructífera.

Para conocer este valor, debemos despojarnos de la persona y convertirnos en un objeto para autoevaluarnos, ser críticos. Muchas veces sólo vemos la superficie. 

En nuestra empresa, anualmente hacemos preguntas para que cada quien se evalúe, más allá de sentimientos, sobre nuestro trabajo. Algunas preguntas que hacemos y que te invito a que contestes son:

  1. ¿Qué cosa buena hice este año que creo que no se vio?
  2. ¿Qué cosa buena hice este año y me fue reconocida?
  3. ¿Qué hice mal este año y creo que opacó mi productividad?
  4. ¿Cuál es mi objetivo personal para el siguiente año?
  5. Si hoy me nombraran CEO de la empresa, ¿cuál sería el primer cambio que haría? (no se vale despedir a nadie)

Otra forma de conocernos mejor es hacer una prueba psicométrica (hay muchos sitios profesionales en la web, enfocados a México), así podemos conocer nuestras fortalezas, incluso estoy seguro más de uno se asombraría con los resultados.

Entender nuestro papel dentro de la empresa, buscar nuestro valor y plantearnos objetivos claros, aunque sea personales, es sin duda alguna una manera efectiva de valorarnos, de transmitir lo que proporcionamos y hacer del nuestro un trabajo de excelencia.

Diseñador gráfico con maestría en diseño editorial por la Universidad Anáhuac y con cursos de Publishing en Stanford. Actualmente dirige MBA Estudio de Diseño, dedicado al diseño editorial, identidad y publicitario, además de realizar scounting y contratación de talento de diseño para diferentes empresas. Es profesor en la Universidad Anáhuac y la UVM. Le gusta la caligrafía, tipografía, la música y la tecnología.