Hace poco di un taller que se llamó TipoTour, consistía en un recorrido por la colonia Condesa en la ciudad de México. La idea era que —con motivo del centenario de la escuela de Bauhaus— encontráramos su influencia en la tipografía, especialmente sobre el circuito de Ámsterdam, reminiscencia de lo que alguna vez fue un hipódromo y corazón de este barrio que transita entre lo Bauhaus y Art Deco.

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Conforme uno va descubriendo la tipografía estilo geométrico, que algunas veces se convierte en Futura y otras en Broadway Avant Garde, saltan aquellas casas y edificios que fueron renovados y cuya influencia modernista demuestra la intención —y sensibilidad— que tuvo el arquitecto en conservar o modernizar la tipografía, especialmente para demostrar el número que lo identifica, de tal forma que uno puede descubrir algún tres y ocho en Eurostile y hasta Helvetica, si no es que, como parte de la licencia creativa, se deja llevar con un diseño propio, manteniendo algunas características de época.

Este mismo ejercicio es sumamente útil para repetirse en cualquier parte de una ciudad, donde una sola calle es motivo de descubrimiento de estilos, formas y dejan ver la personalidad de quién coloca el número de su casa o el nombre del comercio.

Pero no solo en la tipografía colocada sobre construcciones, de la misma forma uno puede darse con todo analizando la tipografía en cuanto espectacular, anuncios en autobuses y señalizaciones se va encontrando en la calle. A partir de ello es posible entender parte de la cultura de una comunidad, de una ciudad y hasta de un país entero.

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En ciudades con una gran tradición tipográfica como Alemania o Países Bajos, es muy común toparse con letreros compuestos en tipografía gótica, largas palabras impronunciables para un latino analfabeta de lenguas sajonas. En Italia lo común son las fuentes trajanas orgullosamente usadas como parte de una cultura milenaria. En México, el rótulo revolucionario, con vocales más pequeñas y montadas sobre una tilde se leen como propias.

Conforme uno se va alejando de los clichés, emergenselecciones de fuentes que, incluso sin querer, van reescribiendo un estilo. Así podemos encontrar tipografías fuertes, robustas, sin patines y modernas como Apex, Gotham o Klavika, con una personalidad muy característica de nuestros tiempos, para que puedan entenderse no solo en un espectacular en la calle, sino en el teléfono, en el sitio web o en un parabús.

Algunas veces dejan de ser reconocibles a propósito. Muchas de ellas son a la carta o diseñadas especialmente para una empresa, otras un tanto deformadas con tal de dejar claro la personalidad del producto o la campaña. A final de cuentas la tipografía moldea y se deja moldear al ritmo del cambio, de los tiempos, de las modas.

¿Qué te dice la fuente Helvética cuando la lees en una tarjeta de presentación, solitaria y haciendo suya todo el espacio en blanco contra un anuncio saturado, en color blanco sobre una fotografía, donde deja el protagonismo y adquiere su esencia que es simplemente dejarse leer sin prejuicios, mientras la imagen se lleva las palmas?

Como diseñadores, ¿cómo usamos la tipografía y qué tan conscientes estamos del mensaje que transmitimos con el solo hecho de seleccionarla? De ello escribiremos en la siguiente entrega.

Diseñador gráfico con maestría en diseño editorial por la Universidad Anáhuac y con cursos de Publishing en Stanford. Actualmente dirige MBA Estudio de Diseño, dedicado al diseño editorial, identidad y publicitario, además de realizar scounting y contratación de talento de diseño para diferentes empresas. Es profesor en la Universidad Anáhuac y la UVM. Le gusta la caligrafía, tipografía, la música y la tecnología.