Recuerdo cuando estaba en el último semestre de la carrera de diseño, me urgía terminar, no nada más contaba las horas, sino que los últimos proyectos eran como una pesada carga que había que llevar ya viendo la luz al final del túnel.

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Hoy, cuando platico con mis alumnos, muchos de ellos no desean terminar, me dicen que tienen miedo de enfrentarse con la dura realidad de encontrar trabajo. Y precisamente en estos días, que son fechas de finales de semestre, muchos de ellos se alistan para decirle adiós a la escuela. A todos ustedes me permito hacerles algunas recomendaciones que espero les sean útiles.

1. El rayo convertidor estudiante-a-profesionista no existe

Dicen que cuando terminas la carrera, te dan tu diploma, sales de la universidad y te cae un rayo que te convierte en un profesional. No importa si fuiste flojo o descuidado, si estabas sacando las impresiones de tu trabajo 30 minutos antes de la entrega, ese rayo te convierte en un ser excelente, sin vicios y listo para ser el mejor diseñador del mundo, que entrega todo a tiempo, nunca se equivoca y todo lo sale bien.

La mala noticia es que esto no existe. Muchos de los vicios que traías seguramente los llevarás al ámbito laboral, pero no es tarde para replantearlo y hacer lo necesario para cambiarlos, lo importante es ser conscientes de ellos y buscar la forma de cambiarlos o suavizarlos para que no te afecte tanto.

2. En el mundo laborar no existen los seises

La verdad, una de las grandes ventajas de estar en la escuela es que si llevas buenas calificaciones, de vez en cuando te puedes dar el lujo de sacar 6 o 7. A veces con eso alcanza. Solo que en un trabajo real todos los proyectos deben ser de diez. Un seis puede significar que no te acepten el trabajo, que pierdas al cliente o incluso que tengas que pagar una multa o la repetición de la producción con dinero de tu bolsa.

Ocasionalmente pienso que si le hubiera puesto el mismo ahínco a los trabajos escolares los dieces hubiera inundado todas mis boletas. Un proyecto de 10 en la escuela puede replicarse perfectamente en al ámbito laboral.

3. Desde la escuela forjas tu primer trabajo y tu sueldo de arranque

No importa que trabajes mientras estudies o que quieras terminar y luego comenzar a colocarte, la primera y seguramente única evidencia de tu talento está en los proyectos que hiciste en la universidad. No me refiero a las ilustraciones o los retoques fotográficos que hicimos mientras aprendíamos los programas, sino de los proyectos globales que implican dominio de varias disciplinas: un libro, una revista, un sitio web, una campaña de publicidad, una identidad corporativa, entre muchos otros.

Estamos en tiempos en los que podemos ver el nivel real de nuestro diseño más allá del promedio del grupo. Podemos saber, viendo sitios web como Behance, qué hacen nuestros colegas de nuestro mismo grado en cualquier país y medir el nivel real al cual estamos diseñando. Igualmente, si miramos nuestros trabajos bajo esa lupa de excelencia, la calificación será lo de menos, podría ser la diferencia entre conseguir o no el trabajo donde nosotros queramos y por qué no, aumentarle ceros a nuestra oferta laboral.

Recuerda que es igual de difícil encontrar tu trabajo ideal, pero igual de difícil es encontrar al mejor diseñador para un puesto. Si tú eres ese diseñador, ya solo es cuestión de tocar la puerta en el lugar correcto en el momento exacto.

Design Lifer
Diseñador gráfico con maestría en diseño editorial por la Universidad Anáhuac y con cursos de Publishing en Stanford. Actualmente dirige MBA Estudio de Diseño, dedicado al diseño editorial, identidad y publicitario, además de realizar scounting y contratación de talento de diseño para diferentes empresas. Es profesor en la Universidad Anáhuac y la UVM. Le gusta la caligrafía, tipografía, la música y la tecnología.