Una “Smart City” es aquella que utiliza los avances tecnológicos como sostén e instrumento para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Además tiene presente el concepto de eficiencia energética y sostenibilidad persiguiendo un equilibrio entre el medio ambiente y el consumo de los recursos naturales. En este sentido, el concepto de Smart Cities refiere a un sistema complejo en el que intervienen múltiples agentes – administraciones públicas, ciudadanos y tecnologías de información y comunicaciones – y abarca aspectos tales como el control del alumbrado público, la medición de la calidad de aire, la video-vigilancia, alertas de peligros en tiempo real y la comunicación interactiva con ciudadanos, entre muchas otras cosas.
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Podría hablar de ciudades como Songdo en Corea del Sur, Masdar en Abu Dabi o Lyon en Francia pero, lejos de querer referirme a grandes infraestructuras, inversiones de altísimos costos o desarrollos híper-complejos, mencionaré un caso simple, económico y efectivo.
El jueves 4 de septiembre fallece a los 55 años Gustavo Cerati, después de cuatro años en coma tras un accidente cerebrovascular. La ciudad de la furia hace silencio. Comienza el recorrido irreflexivo por las canciones que marcaron a una generación. Se producen las primeras repercusiones en toda América latina, donde fue el rey del pop. Explotan las redes sociales y el #GraciasGustavo se transforma en tendencia.
El viernes 5 de septiembre, a pesar de las lluvias intensas, el servicio del Subte funciona con total normalidad. A excepción de un sutil detalle estético: los carteles electrónicos de cada acceso de las estaciones del Subte de Buenos Aires, la red de subterráneos de la ciudad porteña, recuerda durante todo el día al músico, sumándose, de una forma original, a los múltiples tributos dedicados al líder de Soda Stereo por su fallecimiento. “Gracias totales”, el clásico saludo de Cerati, puede leerse en los carteles electrónicos de las distintas líneas. Además, se transmiten videoclips y distintas entrevistas realizadas al músico en las pantallas de los televisores que hay en las estaciones. Durante todo ese día, se ven sonrisas y alegría en cada pasajero del transporte público o de transeúntes que pasan por los costados de las bocas de subtes. Las redes sociales se llenan de fotos de los carteles que muchos ciudadanos deciden compartir. El usual cartel electrónico que tiene la ardua y tediosa tarea de informar el estado de la red de subtes (es decir, anunciar nada más que malas noticias: demoras y cancelaciones) provoca por primera vez un disfrute en los porteños.
Se trata de una acción que utiliza un recurso preexistente en la ciudad pero resignificado. Es el hecho de que sea ese cartel, usual y conocido, y no otro lo que puede provocar la empatía. Es la Ciudad, con mayúsculas, la que le está hablando y compartiendo su pena al ciudadano y, en cierto modo, sorprendiéndolo con un gesto tan banal. El costo es cero, es sostenible, de impacto masivo y genera sentimiento de pertenencia en el ciudadano, siendo necesario no más que electricidad y algunos píxeles disponibles.
No se trata bajo ningún punto de vista de un desarrollo ni complejo ni clarividente. Es una propuesta creativa capaz de mejorar el bienestar urbano y disminuir el stress. Ahora bien, asumir que Buenos Aires cumple con las características correspondientes a una Smart City por éste y otro tipo de hechos sería totalmente ingenuo. Es más, en relación a las problemáticas urbanas que Buenos Aires posee, hacer propaganda de esto no es más que un acto vacío y prepotente. Es probable que este hecho no solucione el déficit habitacional así como tampoco reduzca los desechos de la ciudad. Pero no creo que sean cuestiones excluyentes. De hecho, me animo a decir que la trivialidad que acomete la frase “Gracias totales” brillando en la boca de los subtes porteños un 5 de septiembre de 2014 tiene tanto atrevimiento y carácter como cualquier render de cualquier ciudad súper tecnológica que a día de hoy todavía ni se ha terminado de construir.