Durante 2015 muchas empresas se sometieron a un proceso de rebranding. El caso más sonado fue el de Google por la magnitud de la empresa, pero en este aspecto no todos fueron acertados y en especial uno fue el más desafortunado.

La organización de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 no ha pasado por una buena racha, pues a mediados de 2015 cancelaron el proyecto del estadio olímpico por el presupuesto tan excesivo que se requería para su construcción.

El siguiente desafortunado episodio de Tokio 2020 fue el anuncio del logotipo y resto de la identidad visual de los Juegos Olímpicos y Paralímpicos. Todo pintaba mejor para la justa deportiva. Sin embargo, Olivier Debie, un diseñador belga, denunció a través de Twitter un posible caso de plagio.

Al principio tomó poca relevancia el tema del posible plagio por parte del comité organizador, pero el tema fue subiendo de tono poco a poco mientras transcurrieron los días. Hasta que a inicios de septiembre decidieron retirar el diseño creado por el japonés Kenjiro Sano.

Debie amagó al comité por el pago de derechos, pues el increíble parecido entre la identidad visual que creó para un teatro en Bélgica y lo hecho por Sano era mucho. Sólo se habrían hecho algunos cambios en el ancho de los trazos y cambio de colores.

Sano aceptó que su diseño fuera retirado, pero un gran error del Comité Organizador fue que enviaron a escuelas los carteles con la identidad visual creada por Sano. Aunque fueron retirados, algunos de los carteles aparecieron en subasta en Internet.

Tras este penoso incidente, muchos creativos decidieron publicar en Twitter sus propuestas de un nuevo logotipo, pero la elección de la identidad visual definitiva se hizo a través de una convocatoria abierta hasta para los extranjeros.

Aunque las aguas están calmadas por el momento, el trabajo del comité creado para elegir el nuevo logotipo de Tokio 2020 tendrá que ser de gran precisión, pues en su espalda está el elegir una imagen que no sea un plagio, que sea original y que represente la filosofía de la justa deportiva.

En conclusión, el peor caso de branding de 2015 es el de Tokio 2020, no por ser un mal diseño, sino por el desafortunado incidente de tratarse de un posible plagio.

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