Hace un año hice un viaje a Chicago. Nunca había estado allí así que dedicamos prácticamente todo el viaje a conocer esta metrópoli. Una de las cosas más interesantes de ser turista es percibir lo que no te es familiar. Lo diferente es lo que salta a la vista. Así que, un poco más sensibles, ver a tu alrededor desde las luminarias en las calles, el diseño de las coladeras y la forma en que están diseñadas las señalizaciones se convierte en un deleite como diseñador.
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En el entorno del downtown, famoso por sus rascacielos —entre ellos la Torre Hankock, antes conocida como la Torre Sears, en su momento la más alta del mundo— de pronto salta a la vista una pintura amarilla sobre una pared de 7 pisos de alto. Con una tipografía difícil de descifrar (era parte de la idea) lucía en tipografía negra la leyenda «Go do good» (Ve y haz el bien). No se trata de una campaña publicitaria ni del gobierno, era una instalación de la artista Kay Rosen, una expresión que busca —como todo el arte— llamar al público a tener una opinión con respecto a lo ve.
Al principio pudo haber parecido un tanto simplista, pero la forma en la cual se expresa, la locación, el tamaño y diseño son parte misma del mensaje. De ahí parte el diseño, de irrumpir en la cotidianeidad del receptor. En un país mucho más acostumbrado a rodearse del diseño como algo más que solo un elemento embellecedor, los retos para resaltar deben ser cada vez mayores. A la competencia se le agrega la costumbre de ver cosas. Si caminas por Nueva York o San Francisco será prácticamente imposible que te encuentres con diseños casuales, hechos por novatos o no profesionales. Así es la competencia y así se juegan estos juegos.
Podríamos tirarnos al piso y lamentarnos de vivir en un país en el que aún no hemos llegado a eso, pero realmente el punto a resaltar es el hecho de movernos para buscar esos caminos que nos lleven al diseño cotidiano, que nacen precisamente allí, en el pasar diario de la gente y que simplemente no noten nada fuera de lo normal. Y eso debe nacer de diferentes puntos, no solo en el ámbito comercial donde los clientes no comprenden el verdadero valor de un diseño bien ejecutado, sino de intervenir la realidad con todo lo que hacemos, comenzando por nuestra misma cotidianeidad.
La pregunta es: Como diseñador, ¿vives en un entorno diseñado? ¿Cómo escribes? ¿Qué tienes como imagen de fondo en tu computadora? ¿Cómo entregas un trabajo de escuela? ¿Te da lo mismo la taza que usas para tu café en las mañanas?
Ahí radica la importancia de convertirnos en diseñadores de tiempo completo. Hoy el mensaje es aprender a serlo, a vivir en un entorno diseñado adrede, para entonces poder exigir que nuestra cotidianeidad sea cambiada y embellecida por el diseño mismo. Go do good puede ser un llamado a nosotros como diseñadores a vivir lo que hacemos, no solo cobrar por ello.